Recuerdo la primera vez que la vi. Sus piernas, la sonrisa, su forma de moverse. Pero sobre todo, y no es que lo anterior o lo que queda sin nombrar no fuese divino, me gustaron sus hermosas manos. Aquel día vestía una faldita roja, una blusa blanca y unos zapatos de tacón también rojos. La miré una vez más, sin que ella se diese cuenta. Pude ver como se entreabría su blusa blanca porque se había desabrochado un botón, y asomaba el bordado de su bra, limpio y elegante: su pecho oscilaba con suavidad, como una ola en verano. Estaba concentrada en algo que leía y yo seguía estudiando e intuye Lire la suite
Cuqui rasurada.
Hacía tiempo que no la veía. La recordaba muy bien, cómo era cuando estaba en el instituto y la veía pasar: una adolescente; pero de eso hacía ya casi veinte años. Parece mentira. Ella volvía de clase y yo del trabajo, siempre me sonreía y yo hacía lo mismo. Se queda antes. Alguna vez hablé con ella y era simpática, muy alta y un poquito delgada. Era una buena chica que me pedía cigarrillos. Se los daba y no le daba consejos, no tenía nada que decirle. Me gustaba hablar con ella. Un día dejé de verla. Y pasado el tiempo, veinte años (!!!), la encontré de repente tras la barra de un bar, en Lire la suite
Muñequita sin complejos (I)
La veía todos los días la veo en el gimnasio, a eso de las diez de la noche. Me intrigaba, por su sonrisa, por una extraña belleza: la perfección de sus rasgos y un cierto toque ingenio. No creo que lleguase a los veintinco años años. Era muy guapa: una cara afilada, una nariz perfecta, pomulos sobresalientes y una boca amplia y con los dientes iguales. Un cuerpo con unas precisas curvas, el pelo negro, esbelta, muy esbelta. Sus pechos como limones, generosos sin llegar a ser grandes. Muy sexy en sus mallas ajustadas, embutida en su camiseta de asas, la ropita mojada por el sudor, esos surcos Lire la suite